Esta nueva entrada está dedicada a la reflexión personal que he hecho a partir del documental titulado "Pulso al fracaso". Me ha parecido un documental muy interesante, ya que es una realidad que está presente en nuestra sociedad, y no tan lejos como pesamos.
Cuando yo era una niña e iba al colegio de primaria, nunca tuve ningún problema con el tema de los estudios, no necesitaba que nadie estuviese encima mio para estudiar un examen o para poder aprobar las asignaturas. Sin embargo, el paso a secundaria hizo que la cosa cambiara.
Entraba al instituto, un nuevo centro con nueva gente, nuevos amigos, nuevos ambiente...edades un poco complicadas, ya que te vas creyendo más mayor, y parece que lo más importante es tener amigos y salir con ellos por ahí a todas horas. No quieres estudiar, no quieres quedarte una tarde en casa encerrada aprendiéndote una lección, por mucho que tu madre te esté castigando sin ordenador y sin móvil. El curso avanza y las notas del primer trimestre llegan a casa, y como era de esperar, con unas cuantas suspensas. A ti eso te da completamente igual, es más, te parece que lo has hecho bien porque igual que tú, tus amigos tan queridos también han suspendido alguna que otra asignatura, por lo que todo correcto. Acabas el curso y te vas con cuatro o cinco suspensas a septiembre, pero sin saber cómo, consigues pasar de curso. Y esto me pasó durante dos años, hasta que mi madre tomó una decisión, cambiarme de centro.
Se repite la historia, entraba en un nuevo centro con nueva gente, nuevos amigos, nuevos ambientes...pero sin embargo esta vez era diferente. En el aula todos respetaban al profesor, nadie hablaba mientras se estaba dando la clase, algo que en el antiguo instituto era constante; el suspender estaba muy mal visto, y los profesores hacían todo lo que estuviese en su mano para que sacases su asignatura, mientras que en el anterior centro el profesor te sentaba atrás y para él dejabas de existir. Esto, como otras muchas cosas, eran grandes diferencias entre un lugar y otro que sin duda hicieron que mi actitud, mi comportamiento tuviese que cambiar. Comenzaba tercero de la eso, y yo pensaba que ese año ya no me salvaba de repetir curso, que tenía que caer. Sin embargo, no fue así, pues ese nuevo centro hizo que mi actitud y mi comportamiento cambiasen por completo, empecé a darme cuenta de que valía la pena estar donde estaba para llegar a lo que quería ser en un futuro, que podía sacarme el curso con un poco de esfuerzo y estudio, sin necesidad de arrastrarlas hasta septiembre, como me solía pasar.
Y así fui creciendo como persona, empecé a sentir que podía con todo aquello y que en los años anteriores había estado haciendo el tonto. Además, desde pequeña hice gimnasia rítmica, y durante esos años un tanto turbios, me plantee retirarme, algo de lo que me hubiese arrepentido siempre, ya que es un deporte al que sigo vinculada, y en el que trabajo hoy en día. Fui madurando y acabé sacándome un bachillerato con las mejores calificaciones de todos los años anteriores, haciendo posible que esté hoy en día donde quiero estar.
Con esta experiencia personal quiero mostraros que en ocasiones se necesita un empujón que te haga iniciar en un camino, cuyo fin es la superación personal. En primero de la eso no pensaba ni de lejos que sería capaz de sacarme una carrera, de estudiar un máster y, además de ello, trabajar al mismo tiempo.
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